miércoles, 1 de julio de 2020

Un poco sobre ética y la polarización

El ambiente en México, a causa de la política, está muy polarizado. Los afines (por decirlo de un modo suave) al actual oficialismo piden que uno debe tener en cuenta tres ejes

  1. la ética,
  2. la profesionalidad del periodismo y
  3. la historia.
al realizar cualquier crítica. Siendo francos, no creo que en realidad le hayan dedicado mucha reflexión a esto quienes defienden a capa y espada a la actual administración, pero a mí sí me han puesto mucho a pensar en los tiempos recientes.

En relación a la ética (o moral), en muchos casos pareciera que fuesen personales las afrentas de las administraciones anteriores. En particular, los partidos políticos que las encabezaron o a cualquiera que no les dé una evaluación completamente negativa se les agrupa como "conservadores" o "neoliberales", y se les condena como "inmorales" o "faltos de ética".

Es cierto que, como la mayoría de mexicanos, fui criado como cristiano católico y por ello gran parte de la formación ética que había tenido tiene que ver con la religión. Asistí al catecismo y fui confirmado de acuerdo con la tradición. Sin embargo, en términos de la ciencia moderna, no es posible defender de manera racional la cosmología de la Biblia. En particular, respetar los diez mandamientos (por decir) solamente porque así "lo manda Dios", no es justificable.

Esto no impide tomar con cierta seriedad las enseñanzas del Jesús plasmado en los evangelios o sus seguidores, y por lo menos yo siempre destilé algunos principios de ahí: decir siempre la verdad, amar al prójimo (en particular, jamás tomar ventaja de alguien), poner la otra mejilla, ser humilde, etcétera. Con la formación filosófica que tuve en el bachillerato y la universidad, me pareció que el imperativo categórico de Kant resumía muy bien todo ello.

Repito, pues, que todo el boato político me ha hecho retomar el tema, en especial porque me he vuelto ateo positivo y pienso que la ética no debe fundarse en seres sobrenaturales de los que no tenemos evidencia de que existan. Desde una perspectiva humanista, naturalmente que esto decanta en la noción de empatía: no inflingimos sufrimiento a otros Homo sapiens sapiens porque pensamos y sentimos básicamente igual.

Indagando más al respecto, podríamos decir que, superada la justificación basada en los preceptos religiosos, hay tres grandes aproximaciones a la ética: la consecuencialista, la deontológica y la basada en la noción de virtud. La primera no me convence porque en principio nunca podremos tener suficiente capacidad de procesamiento y recolección de datos como para saber si "a la larga" los efectos de nuestros actos serán los mejores posibles; se puede rescatar, sin duda, en cuanto a que tiene sentido verificar si alguna acción ha sido ensayada en el pasado y así colectar evidencia de que produce efectos positivos o negativos. Me inclino, pues, un poco más por la ética del deber y la virtud, aunque un poco menos por la última; la razón por la que no me parece atractiva es porque se percibe un tanto cuanto circular: la virtud es lo que hace alguien virtuoso.

Pero en realidad estoy más de acuerdo en que la "bondad" o "maldad" de una acción se tiene que dictaminar paso a paso. Es algo que se aprende sobre la marcha, pues la aplicación ciega de algunos preceptos basados en la buena voluntad no siempre es óptimo (es clásico el ejemplo de si es admisible mentir para proteger una vida), y de alguna manera concede que lo importante es, vaya, la virtud que se va acumulando. Además, es crucial reconocer que no siempre es posible o razonable tener este tipo de pensamiento binario. Es frecuente que algunos actos no sean en sí o bien buenos o bien malos, sin mencionar que esto puede ir alternando con el tiempo. Me vienen a la mente aquí ciertos países asiáticos que ejercen una presión muy grande sobre sus niños y jóvenes para ser excelentes en lo académico, con un gran costo sobre su estabilidad mental y emocional, pero que en promedio les garantiza una mejor calidad de vida (¿o tal vez no?).

Por otra parte, me he ido acercando al estoicismo, y me parece que la actualización de su lema de "vivir de acuerdo con la naturaleza" a "vivir de acuerdo a los hechos" es más que razonable. Pienso que hay dos aspectos importantes derivados de esto: el primero es que hay que estar lo más informado posible con la evidencia sobre un hecho para dictaminar si es "bueno" o "malo" y qué postura hemos de tomar ante ello; el segundo es que justamente se necesita tener una formación mínima en determinados casos para actuar de manera correcta: un médico debe tener pericia en el área correcta o reconocer su ignorancia en su defecto para atender bien a un paciente, por ejemplo.

Así, pues, no es fácil determinar si el privatizar la banca, el rescate bancario, las reformas estructurales u otras políticas son "buenas" o "malas", ni si es válido que se juzgue a los ciudadanos de a pie (que no a los involucrados en las decisiones) en términos de la evaluación que hagan de las mismas o la dirección de su voto.

Debo terminar afirmando que de momento tengo algo más de preguntas que respuestas, pero me parece que hay que tener muy en cuenta que los mexicanos evalúan al gobierno en términos de ciertas expectativas de la conducta de quienes lo integran (en lo moral, en particular) y no por los resultados en sí. En general, a mi parecer es bueno que la pobreza extrema, la desigualdad y la mortalidad infantil desciendan, por ejemplo, pues implica que cada vez más personas sufren menos; análogamente, no puedo concluir que está mal el aumento en la esperanza de vida y escolaridad en promedio. Pero se puede replicar que aún así la violencia se ha recrudecido y el trabajo no recibe una buena remuneración en la media, sin mencionar que para lograrlo se habrían valido, supuestamente, de estrategias de validez cuestionable. Pero ¿alcanza eso a cancelar los beneficios de los avances? Yo digo que no, y que en general no se debe desmantelar lo que permite seguir avanzando al tiempo que se aborda con mayor ahínco la corrección de lo que está mal, pero abundan los que discrepan. Insistiría en que esa discordancia no viene de un análisis serio, sino simplemente de reacciones viscerales... ¿Y es eso algo bueno?