jueves, 31 de diciembre de 2020

La última del 2020

De verdad no es mi intención sonar arrogante o indiferente, pero no puedo despedir al 2020 con tristeza en sí. Con preocupación por el futuro, más bien. Y es que desde marzo sabía que los efectos de la pandemia iban para largo, y me fui preparando mental y materialmente para realizar mi trabajo desde casa (pues tengo la fortuna de que eso es posible y, de hecho, mandatorio); por las reacciones del gobierno también sé que para México (y en especial para Oaxaca) esto no terminará pronto. Además, he tenido la fortuna de que mi familia más más cercana, si es que se ha contagiado de la covid-19, no ha presentado síntomas; tengo noticia de casos en la familia no tan próxima, pero afortunadamente no se pusieron graves.

Entiendo, sin embargo, que la enfermedad es cruel, pues es furtiva. Su silencio hace que los que enferman puedan contagiar a otros o ponerse muy graves sin estar del todo conscientes de ello, lo que aumenta el drama y el dolor de la pérdida para las familias. Me he enterado de casos en los que ambos padres de familias pequeñas enferman. Que ha habido huérfanos. Que ha sido muy duro el confinamiento. Que ha creado mucho desempleo y pobreza. Que no se ha entendido que es crucial frenar la propagación antes de reactivar con éxito la economía (los análisis empíricos con otras pandemias así lo confirman). Que la naturaleza no necesariamente coopera con nosotros. Que dependemos de la inteligencia tanto individual como colectiva para prevalecer. Que debemos confiar en la ciencia desde una perspectiva crítica, racional.

Mi consejo y expectativa es que se escuche a todos los especialistas posibles y en particular al consenso científico. Hay que hacer un esfuerzo por estudiar, por entender todo lo posible y actuar en consecuencia. De esa manera saldremos adelante, y así el 2021 será mejor que el 2020.