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sábado, 9 de septiembre de 2023

El llamado cuarto piso

En mi opinión hacer arte es elegir. Elegir con cierta conciencia, desde luego. Pero, vaya, primero es elegir.

En el caso del contrapunto, si tenemos a nuestra disposición 2k tonos igualmente espaciados en la octava, entonces hemos de elegir k de ellos para que sean consonancias (K) y el resto disonancias (D). Bueno, al menos eso sucedió por allá por el siglo XIV en el Renacimiento cuando k=6, y quedaron K={0,3,4,7,8,9} y D={1,2,5,6,10,11}.

Guerino Mazzola descubrió que esta partición tiene la propiedad de que existe un único morfismo afín p(x)=5x+2 que trasmuta consonancias en disonancias y de regreso. Considerando a toda la órbita de una partición (K/D) bajo los morfismos afines vx+u con vZ/2kZ× y uZ/2kZ como formas esencialmente equivalentes de la misma, se ve que hay seis clases de equivalencia: los famosos seis mundos de contrapunto.

Pues cuando k=9 (o sea, en una escala equitemperada de 18 tonos) hay exactamente 40 mundos de contrapunto. O sea que soy dicotómico de contrapunto por novena vez en mi vida. La vez anterior, cuando tenía 15, ni me imaginaba que llegaría a doctorarme en matemática (dice el doctor Emilio Lluis Puebla que fui el primero en la Facultad de Ciencias con una tesis sobre musicología matemática) ni que aportaría una sucesión a la OEIS con el número de mundos de contrapunto. ¿Llegaré a ser dicotómico de contrapunto por décima ocasión? Se ve difícil pero no imposible.