En mi opinión hacer arte es elegir. Elegir con cierta conciencia, desde luego. Pero, vaya, primero es elegir.
En el caso del contrapunto, si tenemos a nuestra disposición 2k tonos igualmente espaciados en la octava, entonces hemos de elegir k de ellos para que sean consonancias (K) y el resto disonancias (D). Bueno, al menos eso sucedió por allá por el siglo XIV en el Renacimiento cuando k=6, y quedaron K={0,3,4,7,8,9} y D={1,2,5,6,10,11}.
Guerino Mazzola descubrió que esta partición tiene la propiedad de que existe un único morfismo afín p(x)=5x+2 que trasmuta consonancias en disonancias y de regreso. Considerando a toda la órbita de una partición (K/D) bajo los morfismos afines vx+u con v∈Z/2kZ× y u∈Z/2kZ como formas esencialmente equivalentes de la misma, se ve que hay seis clases de equivalencia: los famosos seis mundos de contrapunto.
Pues cuando k=9 (o sea, en una escala equitemperada de 18 tonos) hay exactamente 40 mundos de contrapunto. O sea que soy dicotómico de contrapunto por novena vez en mi vida. La vez anterior, cuando tenía 15, ni me imaginaba que llegaría a doctorarme en matemática (dice el doctor Emilio Lluis Puebla que fui el primero en la Facultad de Ciencias con una tesis sobre musicología matemática) ni que aportaría una sucesión a la OEIS con el número de mundos de contrapunto. ¿Llegaré a ser dicotómico de contrapunto por décima ocasión? Se ve difícil pero no imposible.