Cuando escribí la
carta previa, dirigida a los representantes del gobierno, nunca
habría imaginado lo fallido de la incursión de las fuerzas
federales al retirar un bloqueo en Asunción Nochixtlán, que
ocurriría al día siguiente. Si bien son inaceptables las muertes de
ciudadanos, ajenos o no a las organizaciones magisteriales, tampoco
son entendibles ni justificables las heridas de los policías o los
impactos de bala en sus helicópteros. He solicitado ante el Inai el
acta notarial donde consta que al principio la policía no portaba
armas ni toletes, pues el comisionado general de la Policía Federal,
Enrique Galindo, afirmó que existe. No veo cómo podrían demostrar
fehacientemente los otros involucrados que nadie portaba armas de
fuego, pero espero hagan lo posible para lograrlo. Además, aún si
son elementales, las piedras, palos, cohetones y bombas molotov son
armas que pueden inflingir graves heridas y, en ciertos casos, la
muerte; en especial si son esgrimidas por multitudes enardecidas.
Dado el giro que han
tomado los acontecimientos, intuyo que intereses extremadamente
turbios manipulan al pueblo oaxaqueño y sus circunstancias. Por
ejemplo: aún cuando el gobierno debe mantener la postura de buscar
que la ley prevalezca, no es válido que quiera usarla con fines
políticos y electorales; tampoco debe mitigar disturbios usando
armas de fuego y debe esforzarse en divulgar la información que la
gente necesita en cuanto a su actuación. Por otro lado, de primera
mano sé que los profesores llaman a padres de familia a escoltarlos
y proveerlos de comida, lo cual no tiene sentido si se supone
trabajan en el interés de la gente; los expone, como ya es evidente,
a un peligro mortal e innecesario, sin mencionar las presiones
económicas adicionales a las que los someten. Finalmente, hay grupos
que llaman a un nocivo levantamiento en armas, que la historia ha
demostrado contundentemente no conduce a una mejora real de las
condiciones de vida de las naciones, sino a una simple rotación en
el poder.
Los maestros en paro
admiten, en discursos, pintas y consignas, que la educación es el
modo verdadero de luchar contra los malos gobiernos. En esto tienen
razón en grado sumo, y es por ello que no comprendo por qué
suspenden su labor educativa antes del periodo vacacional. Por medio
del ejemplo y enseñanza, tienen la capacidad de entregar a sus
alumnos el gran poder del razonamiento crítico, indispensable para
no ser presa de los engaños y la mansedumbre que tanto desprecian.
Insisto aquí en el valor de la lógica y la evidencia más allá de
la duda razonable para guiar los actos en lo individual y lo
colectivo, y que deben aplicarse tanto a las fuentes gubernamentales
como al testimonio de quienes contienden contra ellas. El compromiso
de los maestros con estos principios y su puesta en práctica en las
aulas es crucial e irrenunciable para el progreso de nuestra nación.
Adyacente a este
tema se ubica el de la privatización de la educación. Con esto se
refieren, confiando en mi comprensión del asunto, a que empresas
particulares se convertirían en las únicas encargadas de
proporcionar servicios educativos. Pero, en contraparte, los
frecuentes paros y su deficiente calidad (por los motivos que sean;
de cualquier manera no se puede corregir o aprovechar lo que no se
hace o se practica) han orillado a muchas familias a satisfacer esta
demanda con la iniciativa privada. Baste decir que, según datos de la Sep, se multiplicó por
1.53 en educación preescolar, por 1.29 en primaria y por 1.28 en
secundaria la matrícula de escuelas privadas entre el ciclo escolar 2006-2007 y el 2007-2008, cuando
ocurrió el más prolongado y ríspido plantón magisterial previo al
actual. De continuar con esta tendencia, en pocas décadas la
educación quedará paradójicamente privatizada para efectos
prácticos.
Es un hecho
documentado por John Hattie y otros investigadores, a través de
metaestudios que combinan miles de artículos científicos, que es
necesario fijar mínimos de desempeño para mejorar la educación, y
que los actores que más influyen en el resultado del proceso
educativo son los maestros, los temarios, los métodos de enseñanza
y los estudiantes, en ese orden, y primordialmente a través de una
retroalimentación mutua. Los maestros piden no colocar la
responsabilidad entera sobre ellos en cuanto a los resultados
deficientes, y como tampoco suena justo adjudicársela enteramente a
los alumnos, ¿dónde ha de recaer entonces, de modo que haya una
transformación real e inmediata de la situación? ¿En los temarios?
Apenas he oído quejas al respecto, y además es una cuestión
separada en sí de la reforma educativa. Además, ¿qué
retroalimentación puede haber entre maestros y alumnos si no tienen
clases? Si la educación y la enseñanza no es evaluada de alguna
forma, ¿cómo conocerán el efecto que tiene su labor en los
estudiantes?
Es verdad que las
condiciones escolares muchas veces no son las mejores. Hay que llegar
a comunidades que se ubican a varias horas a pie, y que hay alumnos que no tienen la misma lengua materna que el maestro. Igualmente
es común que los niños tengan que caminar horas y sin desayunar
para ir a los planteles, y eso retrasa en inicio de la jornada
escolar. Sin embargo, ni siquiera en el más adverso de los
escenarios esta circunstancia rebasa al 40% de los casos, que es la
proporción de poblaciones con menos de 1000
habitantes, según mis cálculos con datos del Inegi.
Se ha dicho que los
estragos de las movilizaciones son el precio justo a pagar por la
búsqueda de una sociedad mejor. No obstante, para prácticamente la
mitad de la población oaxaqueña (la que está en los ramos de la
construcción, comercio y servicios, que según datos del Inegi es
poco más del 49%), y que en su mayoría no pertenecen al decil de
los ingresos más altos, significa privarse de una parte de su
ingreso y encima pasar por carestías tanto de insumos para sus
trabajos como de alimentos de la canasta básica. En un movimiento
que aspira a llamarse democrático o incluyente, no se ha pedido la
opinión de este significativo sector de la población.
Temo que esta
argumentación es, de cualquier manera, inútil, pues cae principalmente en oídos sordos o ideológicamente blindados. Pero
tengo esperanza en aquellos que, leyéndome, puedan adherirse a una
causa moderada, que no pasa por las tácticas de una guerrilla
urbana. Según la Coneval, la población moderadamente pobre en
nuestro estado ha aumentado entre 2012 y 2014 del 61.9% al 66.8%, y
en cuanto a pobreza extrema se ha pasado de 23.3% al 28.3%. Es
verdad, sin duda, que la mayoría de los oaxaqueños tiene algún
grado de pobreza y la perspectiva no es alentadora, pero acciones tan
desmesuradas como las de los días recientes no ayudan en lo más
mínimo a mejorarla; en especial, si los padres de familia
oaxaqueños, preocupados por la educación de sus hijos, llegan a la
previsible conclusión que deben jugarse el todo por el todo para
pagarla a pesar de lo que diga la Constitución y las leyes
secundarias.
Con mucho respeto y fraternidad,
Octavio Alberto Agustín Aquino
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