Entre hoy y mañana se conmemora el Grito de Dolores que diera Miguel Hidalgo, y que dio inicio a la lucha por la independencia de México. Esta ocasión se considera especial por cumplirse 200 años de ocurrido aquel suceso.
Pero este anhelo de libertad no se vio siquiera medianamente cumplido hasta el 27 de septiembre (¿o quizá el 24 de agosto?) de 1821, once años después y prácticamente a 300 años de la caída de Mexico Tenochtitlan. Por supuesto, la subyugación o sometimiento voluntario de toda Mesoamérica es otra historia: por ejemplo, la ciudad maya de Tayasal no fue vencida sino hasta 1697; aún es difícil decir si alguna vez se han doblegado los pueblos del norte del país.
El primer centenario lo celebró el entones presidente Porfirio Díaz Mori, y para la ocasión mandó a construir la Columna de la Independencia (que ahora es tan representativa de la capital). En su punta reposa una estatua de la Victoria Alada, mejor conocida como Ángel de la Independencia.
¿Y para este Bicentenario, qué toca? Pues espero que alguna reflexión por parte de todo el pueblo mexicano. Porque, desde mi particular punto de vista, más vale maña que fuerza... pero sin olvidar que también más vale padecer una injusticia que cometerla.
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